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El cáncer de vejiga es el segundo en frecuencia dentro de los cánceres urológicos.
El cáncer de riñón se presenta en el 2.3% de los cánceres en adultos.
Solo en Estados Unidos se detectaron 30,800 nuevos casos en el año 2001 y fallecieron por ello 12,100 personas.
¿En quiénes se presentan con más frecuencia cáncer de vejiga y riñón?
El cáncer de vejiga es más frecuente en el varón 2.7:1 y predomina hacia los 65 años.
El cáncer de riñón es más frecuente en el varón 2:1 y su pico de presentación es en la sexta década de la vida.
Aún cuando no existe una causa definida, se aducen como factores predisponentes el género, la edad, el tabaquismo, herencia e inmunosupresión.
En ambos casos el signo primordial es la hematuria microscópica o macroscópica en ausencia de otros síntomas que sugieran infección urinaria, litiasis o glomerulonefritis. (85-90% en el cáncer de vejiga y 60% en el cáncer renal). La hematuria puede ser aguda o crónica.
En algunos casos en que el tumor vesical se encuentra en sitios especiales o el tamaño es considerable, puede haber molestias como urgencia e incremento de la frecuencia de la diuresis. Cuando existen metástasis puede encontrarse edema de piernas, hepatomegalia (crecimiento del hígado), y ganglios en los huecos claviculares.
En el caso del riñón puede observarse pérdida de peso, dolor en el área lumbar o bien detectarse masa abdominal.
Cuando existen metástasis pueden observarse tos (pulmón) o dolor óseo.
Cáncer de vejiga:
Cáncer renal:
En ambos casos, el examen de orina es indispensable para identificar tempranamente la hematuria y la descamación de epitelios.
La urografía excretora es útil en ambos casos.
Debe realizarse exploración ultrasonográfica, de Tomografía Axial Computarizada y Resonancia Magnética. Sin embargo, en cáncer vesical el mejor estudio será la cistoscopia con visión directa y toma de biopsia, e incluso terapéutica en algunos casos. Mientras en riñón serán importantes la TAC y resonancia, así como doppler color para descartar trombosis tumoral, teleradiografía de tórax y gammagrafía ósea para descartar metástasis pulmonares y de hueso.
En ambos casos, como en todo proceso canceroso, el tratamiento depende del estado en que se encuentre el tumor.
El médico estadificará la neoplasia y de acuerdo a ello propondrá tratamiento quirúrgico, quimioterapéutico, radioterapéutico o con inmunomoduladores.
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